jueves, 12 de julio de 2007

CARTA A RAFAEL O EL PRINCIPE DE LA FIESTA

Por Alfredo Veiravé, 1951

1

¿De qué podríamos escribirnos nosotros sino es de la
poesía? Por eso te envio esta epístola a los Pisones
que permanecerá en tu archivo para siempre
entre los agapantos tuyos y los
filodendros míos
Quería decirte que sigo creyendo que el lector
debe participar activamente en esta fiesta y que el
humor
es una vía menor pero eficaz para que
el poema les haga cosquillas en el
vientre como un hijo de la
fiesta carnavalesca
de la Edad Media.

En realidad yo, que oscilo entre un texto testimonial
y una frase extratextualizada y que considero
a las convenciones
como una ruptura o plagio
del discurso social,
me veo empujado a cada rato por algunas brujas
malignas
y otras beneficas
que me indican otro camino: he bebido de la
mandrágora
del prosaísmo y metodológicamente
sobrellevo esta pregunta de un poeta:
"¿Método, metodo, que pretendes tú de mí sí sabes
que he comido del fruto del inconsciente?"
Si nuestro tiempo (escaso cada vez más a medida que
uno se interna en la línea de sombra del sexagenario)
es una dicotomía entre fondo/forma
debo inventar antes de llegar a la exasperación del
signo
un género de escrituras con capacidad de transformaciones
oblicuas
bizcas
antinormativas.

2

La indole oceánica de la metáfora y sus olas
rompen sobre el muelle y salpican a los turistas
que pasean bajo grandes sombrillas amarillas
en la rambla, pero yo prefiero
el día de sol de funciones cosmológicas
los versos conversados, las insolitas asociaciones,
el Arca de Noé con toda clase de animales
los mecanismos de hoteles que contenían al pobre
Vallejo en París.
¿Y la angustia? ¿Y los Fenómenos de la tierra
oculta?
Morir de risa es una versión de la muerte festiva.
En esas fuentes,
creo, está una de las respuestas,
la palabra cazada al vuelo.
Y ahora el mundo está feliz porque ha recobrado la
palabra,
el esclavo de la Reina se ha dormido en
la alcoba imperial,
el abuelo ha rejuvenecido con su nieta,
las reglas del juego han cambiado
y ahora los peones se comen a los alfiles
derriban a la Torre abolida de soldados
y el tablero de ajedrez vuela por los campos
de Gualeguay.

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