sábado, 2 de junio de 2007

ELEGÍA PARA UN PARTIDO DE AJEDREZ

Por Eliseo Diego

a José Lezama Lima

En el crepúsculo, si estás
de veras solo, mira,
lo que se dice solo, vienen,
poquito a poco en torno tuyo,
levísimos fantasmas, tus recuerdos.
José riéndose, su vaso
junto a la sapientísima nariz
capaz de discernir
el olor de lo eterno
en el breve grosor de la cerveza.
José -José riéndose.
Una partida de ajedrez,
jugada por nosotros dos,
ha de quedar, no piensa usted,
siempre honorablemente a tablas,
dice José, riéndose entre la espuma.
La brisa en las arecas, y el cristal
tan firme y frío de la mesa,
y en torno los demás, los entrañables
-refugio, abrigo nuestro.
Ni arecas ni cristal, José
se acabó la cerveza.
Solo su risa oculta permanece
como un farol iluminado
las piezas, el vitral
de blancura y negror. ¡Ah, tablas,
mi querido José! Pero su risa, sí,
me tumba el rey definitivamente.
Arrecia el viento en las arecas, mira,
y a solas yo -lo que se dice a solas.

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