Cuando el hombre todavía no miraba a las estrellas, ya el Ajedrez le ofrecía un mensaje de dimensiones desconocidas, abriendo el cofre de su microcosmos insondable, donde el brillo rutilante de sus combinaciones cual valiosas joyas, pregonaba la magia sideral de sus evoluciones matemáticas en la maraña de los cálculos astronómicos y el inquietante giro de la inspiración humana, elucubraba sutiles y enigmáticos arabesco mentales, evadiendo ingeniosas celadas, trazando intrincados esquemas estratégicos, bordando la trama espesa y cautelosa de malabares tácticos ...
Hoy que el hombre inicia su viaje al espacio, en procura de nuevos mundos, ha de llevar el contenido simbólico de su propia condición y el Ajedrez, con su expresión compleja y multifacética, a un tiempo clara y misteriosa, signo de la contradicción espiritual del ser humano, puede muy bien asumir los rasgos que caracterizan ese símbolo, añadiendo los matices supremos que lo distinguen simultáneamente como un juego, una ciencia y un arte.
Intentar definir el Ajedrez es, por eso, tarea que difícilmente podrá realizar a cabalidad quien no fuera un poeta. Filósofos, matemáticos, científicos, literatos, humanistas, lo han intentado sin éxito. Es decir, han logrado una definición desde sus peculiares puntos de vista, quizá muy interesantes, pero incompleta. Solamente un soñador, como puede serlo un poeta, obtendría, a través de la magia de sus palabras, un cuadro exacto de lo que es el Ajedrez: visión eterna del alma insondable e inescrutable de la humanidad."
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