Por Gaviota Fragil
Una hora cualquiera,
de una noche cualquiera.
Un caballo espera.
Inmóvil.
Solo.
Bañándose en el azul de la luna.
Algunas nubes recorren el cielo,
en busca de un lugar,
más digno de sus lágrimas.
En su lento y silencioso desfile
dan cobijo a la luna;
la ocultan para que nadie la vea llorar
la soledad de ese caballo,
la muerte en ese lugar.
El suelo es árido, cuarteado,
sin más vida que algunos secos matojos.
Ningun árbol pudo aún fecundar,
esa tierra muerta.
Ninguna flor embriagó nuca esta llanura.
El caballo lo sabe.
Nada realmente vivo puede sobrevivir
este suelo.
Lo sabe pero sigue aqui.
Quizás porque no conoce más que,
este suelo y esta luna.
Quizás porque ha aprendido a querer
a esta tierra seca, estéril, sedienta.
Y mientras sigue allí.
Inmóvil.
Esperando.
A que una flor brote.
A que un árbol crezca.
A que una nube llore.
jueves, 28 de junio de 2007
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